Euskadi Suena era la apuesta
de la cuarta jornada del festival Cultura Inquieta. Un increíble acierto el
acercar este espectáculo multidisciplinar, que demuestra una identidad clara
por parte del pueblo vasco. Gastronomía, música, deporte rural y raíz, un pack
infalible para un dar a conocer de primera mano el arte y carácter que se destila por las Vascongadas.
El espectáculo comenzó sobre
las 21 horas, los troncos de hayas preparados para los Aizkolaris. José Luis, 5
veces campeón de Vizcaya demostraba la experiencia e I;aki, más joven y era el
que ponía la contundencia en los golpes, nos explicaron y demostraron varias
disciplinas de competición por golpes y competición por tiempos. La raíz de
estos deportes siempre han sido los trabajos de campo y hacer de un esfuerzo un
juego, aunque competitivo, siempre noble, cosa que resaltaron varias veces
durante la jornada. A cada hachazo salían despedidas lascas de madera a las
primeras filas de público que permanecía sentado esquivando y ojiplático. Una
demostración de fuerza y resistencia al alcance de pocos. Un principio
espectacular para abrir boca, resaltar que los aizkolaris se quedaron firmando
trozos de haya a todo aquel que quisiera, un recuerdo increíble.
Sin tregua apareció la
sinergia de las dos bandas que se han juntado para este espectáculo, Oreka Tx y
el trío Kalakan. Oreka Tx una pareja de txalapartaris de técnica exquisita, con
baterista y percusionista, el viento a cargo de un cuerno y a las cuerdas un
laúd, Kalakan trío de voces con tambores
vascos y txistu. Nos deleitaron con lo que para muchos o por lo menos para mí
son sonidos e instrumentos difíciles de ver en los escenarios. La txalaparta de
madera y piedra tiene ese sonido diabólico e hipnótico que hubiera encajado en
varias canciones de Pink Floyd, el cuerno da un toque de llamada de tropas, de
reunión de batalla y los tambores un acercamiento cada vez más latente al
frenesí. Un juego de luces espectacular y un sonido perfectamente definido en
todo momento. Solos de txalaparta, tríos de voces a capela hacían que la piel
se erizara, recordando a una banda sonora que dibuja perfectamente las
características del País Vasco, rememorando montañas, ríos, clima y
sensaciones. El desconocimiento total de estas bandas, una de las cosas que
hace que el festival Cultura Inquieta tenga un gran aliciente, descubrimientos
de altos quilates, no me permite poner nombre a las excepcionales canciones,
cosa que pronto remediare. Hubo momento de danza sobre el escenario, de
coreografías musicadas, como la canción que hizo que sacaran hoces, cestos y
rastrillos y los hicieran sonar sobre el escenario homenajeando como con el
deporte anteriormente los trabajos de campo y la manera de hacerlos más
llevaderos. En fin una noche espectacular, de auténtica cultura inquieta, de
arraigo y tradición. Mencionar los puestos de comida con los típicos pintxos
vacos y para pasar el trago el gran txacoli. Gracias al festival por hacer que
una plaza de toros tenga cultura.
Cables Nefelibata.
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