Cotidianidad delirante
Desde los lejanos tiempos de Bufank (proyecto primerizo que compartía con Juez y R de Rumba), allá por los comienzos de la década de los 90, Sergio Rodríguez aka Sho-Hai (también conocido como Hate o Garra de Cristal) se vio abducido por el hip hop, por sus enormes posibilidades expresivas y por su capacidad casi terapéutica de sacar los demonios interiores. Después llegarían los Violadores del Verso, el grupo que supo hacer de Zaragoza poco menos que la Meca del hip hop español y el que conseguiría la proeza de llegar por primera vez con un disco de rap al nº 1 de la lista de ventas del país. No solo eso, Violadores también lograron antes que nadie hacer creíble el discurso del hip hop en España y adaptarlo a las peculiaridades de nuestra vida cotidiana. Y lo hicieron gracias a una conjunción casi mági ca entre un productor con inspiración y chispa, experto en desarrollar las más sólidas arquitecturas sonoras (R de Rumba), y tres MCs con personalidades tan divergentes como paradójicamente compatibles: Kase O, Lírico y Sho-Hai. El resto es historia. Una de las historias más apasionantes del hip hop español.
Siguiendo la estela del Wu-Tang Clan, los distintos componentes de Violadores, lejos de quedarse parados entre disco y disco, han desarrollado trayectorias paralelas en solitario o en compañía de otros. Y si Kase O se ha dedicado a explorar las relaciones entre jazz y rap (a la manera del llorado Guru con Jazzmatazz) en su proyecto Jazz Magnetism, o si R de Rumba se ha diversificado en producciones para otros, mixtapes y sesiones de dj, ahora le llega a Sho-Hai el momento de demostrar que hay vida más allá del círculo amistoso de Violadores del Verso.
Existe un cómic, brillante e imaginativo, concebido por el gallego Miguelanxo Prado, que se titula “Quotidianía Delirante”. Un cómic en el que, efectivamente, los asuntos cotidianos se tornan delirantes y en el que se difuminan las fronteras entre realidad e irrealidad, un hecho muy común en nuestra vida diaria. Algo parecido se podría decir de este “Doble Vida”, álbum de debut en solitario de Sho-Hai, en el que su tono socarrón empapa unas historias que no por cotidianas dejan de ser alucinantes. Historias que, tal como sucede en la vida real, pasan del optimismo a la angustia, y de ahí, de nuevo, a la esperanza. A veces, todo depende del pie con que nos levantamos. Y así, Sho-Hai puede pasar de un himno hedonista y despreocupado como “De paso” al desaforado orgullo de pionero y la rabia enconada de “Para ser un r apper”, con su base minimalista y su tono revanchista. Y más tarde salta del surrealismo cotidiano de “Gracias y desgracias de una farola” al rico universo metafórico de “Océano”, con su sonido luminoso y abierto y sus referencias a una ecología personal e íntima.
Xhelazz, miembro activo de la crew, colabora en “Hodio”, donde Sho-Hai descarga su ira y reivindica el odio como elemento irremplazable en nuestra existencia. Afortunadamente, para quitar hierro, enlaza con uno de sus temas más brillantes y entrañables, “Cuando voy”, una divertida disquisición sobre sus viajes, en la que reflexiona sobre trenes, taxis y aviones de la forma más natural. El lado más pesimista y autodestructivo del MC zaragozano queda patente en temas como “Infierno” y “Miss Misserias” (aunque aquí está matizado por ese mensaje de “amanece que no es poco”), pero también hay un hueco para la necesidad del amor (“...Ella”), para el orgullo de la amistad cómplice (“La cúpula”, junto a sus colegas de Violadores) o incluso para la borrachera sonora de &ldquo ;Solo son birras”, todo un mareante catálogo de cervezas que hace honor a otros de los apodos de Sho-Hai, como El Rey de las Cantinas o Mago Beodo. Por su parte, “Nada y todo”, como su propio título indica, es una oda al trastorno bipolar, a esa dualidad que impregna nuestras vidas a menudo, cuando un día lo vemos todo negro, y al día siguiente todo vuelve a su sitio. Finalmente, el disco se cierra con “Infierno con guitarras”, una relectura del tema “Infierno”, que se ve transformado en un nirvana onírico y existencialista a ritmo de thrash metal y que clausura con vibrante energía un disco tan personal e introspectivo (algo no muy habitual en el mundo del hip hop español) como inconformista y rabioso. Un disco para adentrarnos en esa abrumadora cotidianidad delirante.
Luis Lles
Desde los lejanos tiempos de Bufank (proyecto primerizo que compartía con Juez y R de Rumba), allá por los comienzos de la década de los 90, Sergio Rodríguez aka Sho-Hai (también conocido como Hate o Garra de Cristal) se vio abducido por el hip hop, por sus enormes posibilidades expresivas y por su capacidad casi terapéutica de sacar los demonios interiores. Después llegarían los Violadores del Verso, el grupo que supo hacer de Zaragoza poco menos que la Meca del hip hop español y el que conseguiría la proeza de llegar por primera vez con un disco de rap al nº 1 de la lista de ventas del país. No solo eso, Violadores también lograron antes que nadie hacer creíble el discurso del hip hop en España y adaptarlo a las peculiaridades de nuestra vida cotidiana. Y lo hicieron gracias a una conjunción casi mági ca entre un productor con inspiración y chispa, experto en desarrollar las más sólidas arquitecturas sonoras (R de Rumba), y tres MCs con personalidades tan divergentes como paradójicamente compatibles: Kase O, Lírico y Sho-Hai. El resto es historia. Una de las historias más apasionantes del hip hop español.
Siguiendo la estela del Wu-Tang Clan, los distintos componentes de Violadores, lejos de quedarse parados entre disco y disco, han desarrollado trayectorias paralelas en solitario o en compañía de otros. Y si Kase O se ha dedicado a explorar las relaciones entre jazz y rap (a la manera del llorado Guru con Jazzmatazz) en su proyecto Jazz Magnetism, o si R de Rumba se ha diversificado en producciones para otros, mixtapes y sesiones de dj, ahora le llega a Sho-Hai el momento de demostrar que hay vida más allá del círculo amistoso de Violadores del Verso.
Existe un cómic, brillante e imaginativo, concebido por el gallego Miguelanxo Prado, que se titula “Quotidianía Delirante”. Un cómic en el que, efectivamente, los asuntos cotidianos se tornan delirantes y en el que se difuminan las fronteras entre realidad e irrealidad, un hecho muy común en nuestra vida diaria. Algo parecido se podría decir de este “Doble Vida”, álbum de debut en solitario de Sho-Hai, en el que su tono socarrón empapa unas historias que no por cotidianas dejan de ser alucinantes. Historias que, tal como sucede en la vida real, pasan del optimismo a la angustia, y de ahí, de nuevo, a la esperanza. A veces, todo depende del pie con que nos levantamos. Y así, Sho-Hai puede pasar de un himno hedonista y despreocupado como “De paso” al desaforado orgullo de pionero y la rabia enconada de “Para ser un r apper”, con su base minimalista y su tono revanchista. Y más tarde salta del surrealismo cotidiano de “Gracias y desgracias de una farola” al rico universo metafórico de “Océano”, con su sonido luminoso y abierto y sus referencias a una ecología personal e íntima.
Xhelazz, miembro activo de la crew, colabora en “Hodio”, donde Sho-Hai descarga su ira y reivindica el odio como elemento irremplazable en nuestra existencia. Afortunadamente, para quitar hierro, enlaza con uno de sus temas más brillantes y entrañables, “Cuando voy”, una divertida disquisición sobre sus viajes, en la que reflexiona sobre trenes, taxis y aviones de la forma más natural. El lado más pesimista y autodestructivo del MC zaragozano queda patente en temas como “Infierno” y “Miss Misserias” (aunque aquí está matizado por ese mensaje de “amanece que no es poco”), pero también hay un hueco para la necesidad del amor (“...Ella”), para el orgullo de la amistad cómplice (“La cúpula”, junto a sus colegas de Violadores) o incluso para la borrachera sonora de &ldquo ;Solo son birras”, todo un mareante catálogo de cervezas que hace honor a otros de los apodos de Sho-Hai, como El Rey de las Cantinas o Mago Beodo. Por su parte, “Nada y todo”, como su propio título indica, es una oda al trastorno bipolar, a esa dualidad que impregna nuestras vidas a menudo, cuando un día lo vemos todo negro, y al día siguiente todo vuelve a su sitio. Finalmente, el disco se cierra con “Infierno con guitarras”, una relectura del tema “Infierno”, que se ve transformado en un nirvana onírico y existencialista a ritmo de thrash metal y que clausura con vibrante energía un disco tan personal e introspectivo (algo no muy habitual en el mundo del hip hop español) como inconformista y rabioso. Un disco para adentrarnos en esa abrumadora cotidianidad delirante.
Luis Lles
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