Cristina García-Tornel y Enrique Coperías.
Autores: Diario de una nazi
Decía Louis Pasteur: “Si no conozco una
cosa, la investigaré”.
Hoy nos acompañan dos ilustres personalidades
del periodismo de divulgación científica.
Ella nació en Barcelona, estudió Geociencias
en la Universidad de Tréveris en Alemania y es licenciada en Filología Alemana
por la Universidad Complutense de Madrid. Trabaja en el mundo editorial como
correctora, traductora, redactora y escritora especializada en divulgación
científica.En 2013 publicó: Compendio general e
innecesario de cosas que nunca pensó que le fueran a importar. Un libro de Debate.
Él nació en Tubinga, Alemania. Es uno de
nuestros grandes periodistas científicos. Es profesor de periodismo científico
en másteres de diferentes universidades. También ha participado en números
programas de radio, televisión… Ha trabajado durante más de treinta años en la
revista Muy Interesante, los últimos
diez como director. Hoy vuela libre como un pájaro.
Su riguroso trabajo le ha llevado a recibir
varios premios entre ellos podemos destacar: Boehringer Ingelheim al
Periodismo en Medicina y El Prisma de la Casa de las Ciencias de la Coruña por
mejor artículo de investigación.
La vida hizo que se conocieran y coincidieran
en diversos trabajos, pero es en febrero de 2021 cuando juntos nos sorprenden
con una obra maestra que gestan al alimón. Nos acompañan los autores de la
novela más espectacular y rigurosa que conozco: Diario de una nazi.
Cristina García-Tornel y Enrique Coperías.
Hola, muchas gracias por aceptar la charla
con “A toda fusión”.
Hace falta tenerlos muy bien puestos para
escribir una novela contada en primera persona por una mujer seguidora de
Hitler. ¡Enhorabuena por ese canto al amor y la amistad!
—Cristina, vamos a intentar bucear en los
orígenes de la novela. Si te digo Los niños de Brasil, de Ira Levin, ¿qué
me contestas?
—La lectura de
este libro supuso sin duda alguna el pistoletazo de salida de Diario de una nazi. Para los que no han
leído esta novela de ficción, en ella aparece el médico Josef Mengele, un
criminal de guerra nazi que existió en la vida real y que ha pasado a la
historia por los terribles crímenes que cometió en el campo de exterminio de
Auschwitz en nombre de la medicina y la ciencia. Yo había leído u oído hablar
de él. Sabía que era conocido como el Ángel de la Muerte entre los prisioneros
del campo, que lo temían por su crueldad. Pero Ira Levin provocó con su libro
que yo quisiera averiguar más sobre la vida de este execrable personaje, de un hombre
que hizo el juramento hipocrático y que, saltándoselo a la torera, torturó y
mató con terribles experimentos a decenas de niños. Descubrí, con asombro, que
no solo era padre, sino que su hijo contaba a la sazón la misma edad que muchas
de sus víctimas: cinco años. Me pregunté: ¿qué pasaba por su cabeza? Y con
respecto a la madre de su hijo, ¿estaría ella al corriente de las atrocidades
que cometía su esposo en Auschwitz? ¿Cuáles serían los sentimientos de esa
mujer al respecto? ¿Aplaudiría su proceder? Interrogantes de este tipo dieron
pie a una honda y dilatada investigación acuciada por una necesidad de querer
comprender qué circunstancias han de confluir para que un ser humano sea capaz de
matar sin sentir la menor compasión y empatía hacia una víctima del todo
inocente e indefensa. Y no solo eso, cómo es posible implantar la semilla del
odio en los corazones de masas de gente hasta el punto de que apoyen y celebren
la exterminación sistemática de seres humanos.
—Cuenta para quienes no conozcan la
maravillosa novela, Diario de una nazi.
¿Por qué la hace diferente?
—Quizá la haga
diferente el hecho de que decidiéramos contar esta historia desde el bando
nazi. Existe infinidad de literatura sobre el Holocausto, pero la mayoría de
ella está contada, como no podía ser de otra manera, desde el lado de las
víctimas que padecieron los horrores del nazismo. Pero nosotros nos propusimos
meternos en la psique de una persona defensora de Hitler y sus ideales
supremacistas. Queríamos explorar cómo un individuo puede llegar a odiar a un
pueblo entero, no sentir escalofríos cuando este es maltratado, aislado y
eliminado. Una gran parte de la población alemana compró la propaganda nacionalsocialista
de que los alemanes eran superiores al resto de la humanidad, que su sangre
estaba contaminada y debilitada por lo que llamaron razas inferiores y por los
discapacitados físicos y mentales, y que todas sus desgracias, desde las
humillaciones que sufrió tras la Primera Guerra Mundial hasta la crisis
económica que azotaba al país, eran debidas a los judíos.
Existe un debate en torno a si la población
alemana era conocedora o no de lo que Hitler y sus adláteres estaban haciendo
con el pueblo judío. Las opiniones de los historiadores están enfrentadas.
Decimos esto porque tuvimos en cuenta esta polémica para dar forma a nuestro
personaje. Elegimos a una mujer casada con un alto cargo de las SS. Una mujer
defensora del régimen nazi y sus políticas racistas, que desconoce las
funciones exactas de su marido en el campo de Auschwitz. Como ocurría con otros
muchos alemanes, todas las noticias que llegaban a sus oídos referentes a las
atrocidades que sus compatriotas cometían contra las subrazas las tachaba como
propaganda del enemigo, exageraciones para hundir la moral de la raza aria.
Ingrid, así se llama la protagonista de nuestra novela, siente un odio y un
asco viscerales tanto por los judíos como por los polacos. Hay que decir que
ella se desplaza a Cracovia con su hijo pequeño para estar cerca de su esposo.
Ingrid nos ha servido para hacer el ejercicio de meternos en una mente dominada
por sentimientos de odio e intolerancia, de investigar cómo nacen, crecen,
perpetúan y ciegan a quienes los padecen. También hemos indagado sobre los
mecanismos psicológicos y neurológicos que hay detrás del odio y cómo este,
servido de forma adecuada, puede implantarse en toda una población. Sin duda
alguna, el odio es una emoción muy negativa, poderosísima y peligrosa como una
bomba. El horror del Holocausto no es agua pasada, un asunto del siglo pasado. Antes
de él y tras él, hubo y aún hoy hay genocidios. Y, a nivel global, se cometen a
diario innumerables crímenes cuya base se asienta en el odio y sus infinitas
formas: racial, étnico, religioso, orientación sexual, político...
—Para escribir la novela os tuvisteis que
poner en la piel de los nazis. ¿Os ha dejado secuelas psicológicas?
—Como
comprenderás el trabajo de documentación para escribir la novela fue muy
doloroso a nivel psicológico. Estudiamos la vida de numerosos nazis, la
historia de multitud de víctimas (a las que por cierto dedicamos esta novela),
las atrocidades que se cometieron en los campos de concentración y de
exterminio, la manera en que las SS trataron a la población de Cracovia, que es
donde se desarrolla la obra. Hemos leído libros y trabajos de psicología sobre
las raíces del racismo y hemos hablado con psicólogos. Asimismo, realizamos
varios viajes a Cracovia y otras tantas visitas a Auschwitz. Visitar este campo
de exterminio que tanto habíamos estudiado y sobre cuyas víctimas habíamos
leído fue lo más difícil de digerir. Cuesta imaginar lo que ocurrió tras sus
alambradas.
Con esta información nos sentábamos a
escribir, nos metíamos en la cabeza de los personajes y sufríamos, porque humanamente
es casi imposible ponerse en la piel de unos nazis. Escribiendo esta historia,
nos hemos emocionado, hemos llorado y en muchas ocasiones nos costaba avanzar,
porque cuando te adentras en la oscuridad de aquellos asesinatos y lees o
escuchas, con todo lujo de detalles, el testimonio de víctimas supervivientes
del Holocausto, te horrorizas y dejas de dormir por la noche.
—¿Cómo y por qué llega el ser humano a ese
estado depravado sin moral que desemboca en un Holocausto?
—La respuesta no
es sencilla. Hay infinidad de estudios que analizan las causas que llevaron al
Holocausto. Desde políticas y sociales hasta médicas y neuropsicológicas. En
nuestra opinión, todas tienen un denominador común: el odio. Los nazis supieron
sacarle provecho y llevarlo a su peor versión. Sabemos que el odio se aprende
con facilidad y que puede propagarse a gran velocidad, como cuando lanzas una
cerilla a un bidón de gasolina. Hitler dio con la clave para instalarlo en el
corazón de muchos alemanes y así hacerlos más sensibles a los mensajes que lo
refuerzan. El sentimiento de odio llevado a su máxima expresión hace posible
deshumanizar al ser odiado, hasta el punto de contemplarlo como un objeto, un
jarrón que se puede romper y desechar, sin más. No hay que olvidar que la
propaganda nazi funcionó de maravilla
para hacer la distinción nosotros-ellos,
esto es, víctimas (los alemanes) y agresores (judíos y otras subrazas). Logró
sembrar la indiferencia, anular por completo la empatía, contemplar al objeto
de su odio (judíos y otras subrazas) como una cosa, sin alma, deshumanizada, y
cuya destrucción no es causa de conflicto emocional.
—Enrique, es flipante la documentación tan
brutal y el estilo literario tan cuidado y tan pulcro. Supongo que cribar y
seleccionar tanta información como existe de dicho momento histórico (con una
fidelidad más alta que la de un buen equipo de música) tuvo que ser muy
dificultoso. ¿Cuántos años os ha llevado?
—Como te hemos
avanzado, la novela está respaldada por un arduo trabajo de investigación. Sin
exagerar, entre los dos habremos leído un centenar de libros, para conocer a
fondo el nazismo, la época (sus costumbres, su música, el arte, la forma de
vestir, el modo de pensar…), la cultura polaca, etc. Diario de una nazi nos ha llevado más de diez años de dedicación.
Obviamente, a tiempo parcial, porque teníamos que compaginarlo con nuestros
trabajos.
—Con una narración de tronío, habéis
conseguido que unos personajes femeninos a través del amor y la amistad puedan
vencer el horror. ¿En la vida real el amor y la amistad pueden vencer a la
deshumanización?
—No tenemos ninguna duda. Si hay amor dentro
de una persona, el odio nada o poco tendrá que hacer. Aunque a este respecto
queremos decirte que lo contrario al amor no es el odio, sino la indiferencia.
—Habéis hecho investigaciones sobre el odio.
¿Cómo interviene el odio en las distintas áreas del cerebro?
—El odio y la
deshumanización que este conlleva no es, según los científicos, un proceso
impulsivo, sino racional y muy elaborado. De hecho, es tan elaborado que no
existe en nuestro cerebro una sede del odio. A diferencia de otras emociones,
como la felicidad y la tristeza, los neurocientíficos han sido incapaces hasta
la fecha de asociarlo a determinados circuitos y neurotransmisores concretos.
En el caso del amor, se activan áreas cerebrales que tienen que ver con el
estado de alelados en el que nos sumergimos cuando nos alcanza la flecha de
Cupido. En el odio, sin embargo, se
iluminan regiones relacionadas con el juicio, el análisis, la predicción y
las conductas agresivas. Es un sentimiento que no debemos menospreciar jamás.
Hay que cortarlo en cuanto detectamos las yemas que lo hacen crecer.
—¿Qué
diferencia hay entre las malditas palabras: “populismo” y “fanatismo”?
—Son dos
conceptos distintos. En el fanatismo nos dejamos llevar por una defensa
desmedida y apasionada de nuestras creencias y opiniones, religiosas, políticas
o de otra índole. El fanático cree tener la verdad absoluta sobre aquello que
defiende. El populismo, en su significación peyorativa, es la herramienta que
utilizan algunos políticos y Gobiernos para ganarse la simpatía de la población
con mensajes y medidas sociales que pueden o no llevarse a la práctica. En
nuestra modesta opinión, el populismo es una fábrica de fanáticos, y en el
fanático es harto sencillo sembrar la semilla del odio y regarla adecuadamente
para que germine. Hitler se valió del populismo para producir un rebaño de
seguidores fanáticos, con orejeras que solo les permitían ver lo que su pastor quería mostrarles.
—¿Nuestra protagonista, Ingrid, en el momento
que va a Polonia concretamente a Cracovia, podría ser comparable a nuestro
Quijote cuando se enfrenta a los molinos en plena Mancha?
—En cierta medida
hay un paralelismo, porque Ingrid, al igual que don Quijote, se habían creado
unos enemigos que les impedían hacer realidad sus sueños. En el caso de nuestro
caballero andante, los molinos eran unos desaforados gigantes, unas viles
criaturas. En el de Ingrid, las subrazas ensuciaban la sangre aria alemana. En
Cracovia, nuestra protagonista se da de bruces contra la realidad. La vida le
da una lección.
—La transformación psicológica que se va
produciendo en Ingrid es flipante. ¿Cómo surge el planteamiento de esa
transformación?
—Al plantearnos
nuestra novela nos preguntamos si una persona infectada por el odio, hasta el
extremo de deshumanizar a un ser humano y justificar su asesinato, puede curarse. ¿Existe algún antídoto contra
un odio tan enfermizo? Nosotros pensamos que sí. Aunque el camino para
conseguirlo es muy complejo, como hemos dejado entrever en nuestra novela. Ha
sido necesario conducir a nuestra protagonista a situaciones extremas que hacen
tambalear sus creencias, sus argumentos irracionales. Contra este veneno que es
el odio hemos usado como antídoto el amor y la amistad.
—Para mí, la verdadera amistad es el más alto
nivel de amor que existe en la vida. ¿Qué papel desempeña el amor y la amistad
en vuestras vidas?
—Para nosotros
son el motor de la felicidad. El amor y la amistad nos hacen sentir bien. Dan
sentido a nuestras vidas. Nos permiten ver el mundo desde sus diferentes
ángulos, desde el respeto y la aceptación.
—Desde el principio de la novela empatizamos
con Diario de una nazi. ¿Nos falta
conjugar el verbo escuchar en el día a día?
—Cada vez con más
frecuencia, en nuestra sociedad oímos pero no escuchamos. Escuchamos solo lo
que nos interesa de nuestros interlocutores, desoímos todo aquello que no
encaja con nuestras creencias, ideologías y valores. Lo diferente nos aturde, y
eso nos lleva al sectarismo, al pensamiento único, a la falta de crítica. Con
esta actitud, involucionamos. Decimos que vivimos en una sociedad tolerante
cuando cada vez somos más intolerantes.
—Cada vez hay más teorías de la conspiración,
grupos anti-ciencia, desinformación, información maliciosa… ¿Ahora más que
nunca un buen periodismo científico es urgente?
—Por supuesto. En
la era digital las fake news campan a
sus anchas. Vivimos en una sociedad superinformada pero, aunque parezca
contradictorio, muy desinformada. En cuanto a la ciencia, nunca antes como
ahora, se ha informado y divulgado mejor. Hay mucha gente, desde periodistas
hasta científicos, haciendo una labor encomiable. Ahora bien, muchos medios de
comunicación se dejan llevar cada vez más por los like, por las informaciones que más se consumen, que más visitas
generan, y dejan atrás noticias que suelen ser tanto o más importantes.
—¿El periodismo de investigación es la
cenicienta del mundo del periodístico en cuanto a materia de remuneración se
refiere?
—La profesión periodística no está viviendo
su mejor momento, y nos atrevemos a decir, sin riesgo a equivocarnos, que es de
la peor remunerada. Cada vez se paga menos a los profesionales y esto se
traduce en un periodismo de inferior calidad.
—Nos vimos en el teatro Fígaro en Madrid en
la obra que representa Marta González de Vega De Caperucita a loba en solo
seis tíos es homenaje a Punset y pudisteis comprobar cómo la divulgación
científica y el humor se mezclaban con gran acierto. ¿Pensáis que la
divulgación científica podría ser más amena si estuviera en ocasiones más
ligada al humor para llegar a un público más masivo?
—Una de las
claves de la divulgación y el periodismo científicos es informar y entretener a
la vez, sin perder fiabilidad. Como dijo en cierta ocasión el periodista y
filósofo británico Gilbert K. Chesterton, «divertido no es lo contrario de
serio, solo es lo contrario de aburrido». De hecho, no son pocos los
científicos que hoy echan mano del humor para divulgar sus investigaciones y
explicar a la población conceptos muy complicados.
En De Caperucita a loba en solo seis tíos,
nos parece una genialidad que
Marta usara a nuestro también amigo Punset, que en paz descanse, como apoyo
argumental de su espectáculo. Genialidad también cómo Marta va salpicando de
datos e investigaciones científicas los diferentes comportamientos en la media
docena de tipos de relación de pareja que nos muestra al público. En este caso,
están tan bien combinados el humor y la ciencia que el espectáculo bien podría funcionar
como jarabe para aquellos que son víctimas de un conflicto y desengaño amorosos.
—Para finalizar con vuestro permiso, quiero
añadir que como lectora de Diario de una
nazi he visualizado una película. ¿Habéis pensado en llevarla a la gran
pantalla?
—Es un sueño. No
habría palabras para expresar cómo nos sentiríamos al ver materializada la
historia en unos personajes de carne y hueso. Creemos que como película sería
un vehículo magnífico para concienciar sobre la importancia del amor y la
amistad como arma contra el odio, el fanatismo y la intolerancia. Sería para
nosotros el broche de oro para rendir homenaje a los millones de personas que
murieron, sufrieron y lucharon contra la barbarie nazi y el Holocausto.
—Muchas gracias por participar en “A toda
fusión”. Si queréis añadir algo, ¡adelante!
—Solo dar gracias
por que tu camino y el nuestro se hayan encontrado, y felicitarte por la gran
labor que haces desde tu espacio “A toda fusión”.
Deseo que el destino tenga ganas de juntarnos
pronto.
Buena Onda, paz y amor para los dos.